miércoles, 29 de julio de 2009

... Mortem...

…Cada grieta describe como ha pasado el tiempo; pero los muebles, las paredes, los grandes ventanales, las cortinas con sus figuras multiformes y cada objeto que se encuentra en este espacio, esperan que se les cuente una historia. ¿Dónde sucedió? No lo recuerdo, ¿cuándo? No tiene importancia…

En uno de los puentes, se encontraba una joven de cabello corto, tez clara y ojos de un verde muy intenso. Comenzó a moverse con el paso pesado y la mirada turbia, cruzó la calle y caminó dos cuadras. Todo carecía de sentido, como si de cierto modo, el tiempo se hubiera detenido fuera de ella.

En su cara se dibujó una leve sonrisa cuando observó en la banqueta a un gato muerto, mismo que parecía yacer ahí desde hace varios días. Su aspecto se podía comparar con una imagen dantesca: los ojos podridos se le salían del cráneo, la carne pestilente y los huesos amarillentos marcaban el aire con el putrefacto aroma de la muerte.

De su bolso sacó una pequeña agujeta negra, fue entonces cuando Rocío comenzó a recordar y las imágenes fueron cayendo cual cascada, suspiró. La habitación de Mario se dibujó ante ella, su rostro había perdido la frescura de antaño, ahora se teñía de diversos tonos de verde a causa de un extraño padecimiento. Los acostumbrados paseos por el jardín comenzaron a escasear la luz del sol lastimaba cada vez más su ya amedrentado cuerpo.

Un grisáceo halo empañaba su mirada cada vez que observaba la foto de Carlitos, su pequeño hijo, quería estrujarlo, abrazarlo,… pero entendía que era imposible. Desde el día en que cayó enfermo la risa del pequeño no golpeo más las paredes blancas de la casa, su pelota no recorrió los pasillos buscando escapar de las ávidas manos de quien comenzaba a vivir, la vida en el lugar se torno fría, así podría alimentarse el mausoleo que pronto llegaría.

Acariciaba religiosamente un pequeño trozo de papel que se encontraba en uno de los almohadones. Amarillento, se notaba que muchas noches de llanto habían pasado sobre él, lo alzaba, con el roce de sus dedos su cordura se iba desvaneciendo poco a poco y de él leía:

Inhalo, exhalo. Mis manos no encuentran la forma exacta que les permita calmar su angustia. En qué momento comencé a ser tuya… no recuerdo el instante en que dejé mi ser en ti. El sencillo tacto de tus dedos sobre mi piel, el aroma expedido por cada poro… Mahler, encuadrando el momento, desvanece cualquier nervio. Guardo silencio y tú continúas. Has venido a robarme cada una de mis inquietudes, como el ladrón de sueños en que te convertiste desde el día en que nos conocimos. Hoy, el reflejo de mi alma se mantiene vivo en el susurro de una lágrima. No entiendo… Razones van y vienen, y el frío que embarga cada uno de los minutos comienza a reinar en el lugar…

Pasaron los días y Mario murió. El pequeño regresó a casa, ahora podría darle todo el amor que a su padre no pudo, cuidarlo, mimarlo, sería el hijo que ella tanto había deseado, por fin podría terminar con ese sentimiento de inferioridad que la rodeaba.

Sabia muy bien que él jamás la amó, su sus caminos se habían cruzado era suerte de una búsqueda intensa de compañía, si la quería, pero no como pareja, no con la entrega que ella le profesó, ahora tenía a su hijo, podría moldearlo como ella deseara. Sería una manera de rendirle tributo a un amor no correspondido. Pero no era lo mismo sin él, necesitaba tenerlo cerca para continuar con vida. Pero no podía dejar sólo al pequeño, ¿cómo si era su adoración?...

Pensó que hacer, en un intento desesperado por arrancarle la vida al pequeño, comenzó a golpearlo. Él no lo entendía, no importó cuantas veces le suplicó que parara, ella seguía, parecía autómata, propiciando golpes al por mayor, al fin cesó… Carlitos ya no respiraba, su carita se encontraba ensangrentada, moretones por todos lados dejaban ver una noche dura, sus pequeños párpados hinchados…

Pasaron varios días… que hizo con el cuerpo no se sabe… Rocío se paró y observó por un momento, siguió después su camino para regresar al puente. Las memorias la obligaron a llorar, secó sus ojos con el suéter a rayas que llevaba puesto y al llegar al puente se sentó en el barandal. Miró al cielo, ya era de noche, la osa mayor se encontraba justo sobre su cabeza, lo único que interrumpía el camino entre ella y uno de los astros que la conforman, eran los cables de luz que cruzaban de un lado a otro.

Metió nuevamente la mano a su bolso y sacó un par de zapatos que habían pertenecido al pequeño, en un acto de liberación los lanzó lo más fuerte que pudo, sin embargo como si no quisieran obedecerla se enredaron en uno de los cables.

Suspiró, escuchó el murmullo de la vida, los coches a lo lejos, las luces de los faroles, las errantes nubes, el aullar de los perros. La vida, esa vida que seguía, que seguiría aun sin ella. Sacó un lápiz labial, un delineador y una polvera.
Se miró detenidamente en el espejo, pintó sus labios, delineo de negro sus ojos al instante en que pensaba:
- Hay que salir bien, después de esto seré recordada... Recordada...
-Joven artista, de carrera prometedora llamada Rocío Goffé, se suicidó ayer cerca de la avenida principal, sus obras serán sacadas de las galerías por miedo al amarillismo...
... Seguiremos informando...
Los pequeños zapatitos de Carlos enredados en el cable quedaron como un recuerdo perene sin que nadie más se percatara de ellos.

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