martes, 17 de junio de 2008

Historia en Rio Sn. Ángel

La calle se encontraba sombría, muerta, como sobrepoblada de amargura, el paso del tiempo había moldeado sus piedras, sus tabiques y sus pasos. En medio de ella, se podia observar un río seco convertido en parque, puentes enormes lo surcaban, la calle corría en dos sentidos, de vez en cuando las personas paseaban en él.

Allí subida en uno de los puentes, se encontraba una joven de cabello corto, tez clara y ojos de un verde muy intenso. Le gustaba la filosofía, literatura, historia y últimamente la teología, lo que más se podía notar era la inmensa melancolía que habitaba en su alma. Comenzó a moverse con el paso pesado y la mirada turbia, cruzó la calle y caminó dos cuadras. Todo carecía de sentido, como si en un cierto modo, el tiempo se hubiera detenido fuera de ella.

En su cara se dibujó una leve sonrisa cuando observó en la banqueta a un gato muerto, mismo que parecía yacer ahí desde hace varios días. Su aspecto se podía comparar con una imagen dantesca: los ojos podridos se le salían del cráneo, la carne pestilente y los huesos amarillentos marcaban el aire con el putrefacto aroma de la muerte.

Fue entonces cuando Rocío comenzó a recordar aquella noche en la fiesta del colegio, en la que Ralfo, uno de sus compañeros, el cual era conocido por ser grotesco e imperativo, habia abusado de ella. A su mente llegaban cual cascada las sensaciones que se manifestaron en ese momento: sus quemantes manos sobre la piel, la impotencia al sentir sus golpes, el aliento en su cuello (y el asco era cada vez mayor)... la secuencia que siguió fue ella gritaba despavorida ¡Abran, abran me quieren matar!

Sin embargo ninguno de los presentes se inmutó, le dolió sentirse humillada por quienes consideraba sus amigos. Alcanzó a escuchar entre el murmullo los comentarios que hacian acerca de ella:
- Mírala, lo más seguro es que ella lo provocó y ahora llora la muy mustia...

Se percató entonces de que como ya no la necesitaban comenzaron a insultarla, ignorarla tomando como pretexto el ultraje. La mañana siguiente el sentimiento de culpa fue más fuerte, al acudir al Ministerio Público y levantar el acta, mancillando más su ya quebrantada integridad mediante los exámenes realizados y las hirientes palabras del juez:

- ¿No habrá sido culpa suya?
-Seguramente usted comenzó y ahora viene como víctima...

Rocío se paró y observó por un momento, siguió después su camino para regresar al puente. La memorias la obligaron a llorar, secó sus ojos con el suéter a rayas que llevaba puesto y al llegar al puente se sentó en el barandal. Miró al cielo, ya era de noche, la osa mayor se encontraba justo sobre su cabeza. Escuchó el murmullo de la vida, los coches a lo lejos, las luces de los faroles, las errantes nubes, el aullar de los perros. La vida, esa vida que seguía, que seguiría aun sin ella. Sacó de su bolso un lápiz labial, un delineador y una polvera.

Se miró detenidamente en el espejo, pintó sus labios, delineo de negro sus ojos al instante en que pensaba:
- Hay que salir bien, depués de esto seré recordada... Recordada...

Instantes más tarde, el sonido de un balazo y un grito cortado y muerto. Por un segundo todo pareció detenerse... luego la vida siguió su curso... A la mañana siguiente en el noticiero se dijo:

-Joven artista, de carrera prometedora llamada Rocío Goffé, se suicidó ayer cerca de la avenida Rio San Ángel, sus obras serán sacadas de las galerias por miedo al amarillismo...
... Seguiremos informando...