domingo, 13 de julio de 2008

En Irak

La calle estaba sombría muerta como sobrepoblada de amargura. El paso del tiempo había moldeado sus piedras, sus tabiques hasta sus pasos. En medio de la calle se encuentra un edificio. Cada grieta describe como ha pasado el tiempo; al cruzarla, todo parece igual a como estuvo un día anterior; pero los muebles, las paredes, los grandes ventanales, las cortinas con sus figuras multiformes y cada objeto que se encuentra en este espacio, esperan que se les cuente una historia.

Dentro de ésta edificación se encontraba él. Tres guardias lo escoltaban, su cara se fundía en la melancolía de verse rodeado de extraños. Soldados sobre los que ya no tenía influencia alguna. Sus órdenes, no imponían el temor de antaño. Ahora se concentraba en devorar cada milímetro del lugar con la mirada, sólo el silencio conocía el significado de sus lamentos y el sollozo de sus ideales. De pronto esa pesadez se convirtió en tranquilidad. Y su mente comenzó a divagar colocando ante él imágenes de un pasado que ahora sólo podía añorar.

Recordó como si fuese un extraño que mira desde una ventana la modesta casa donde hace ya varios años, un 28 de abril de 1937, nació un niño de ojos negros y vivaces. Observa cómo éste escucha los cuentos de su madre. Historias de su patria, sobre cómo la defendería el gran Salafji, que siendo de origen humilde fue subiendo peldaños hasta convertirse en una gran figura; continúa con las hazañas familiares en su lucha contra los otomanos; con las humillaciones sufridas por el pueblo iraquí a causa de los ingleses y de los levantamientos contra ellos de gente de su misma sangre. Todas estas imágenes acompañan al pequeño en sus sueños. El tiempo seguía su curso y una chispa seguía encendida en su cabeza – mi nombre significa: ¡el que se enfrenta a todo! – gritó cuando ya no pudo contener el llanto y su rostro languideció.

La música de fondo era un canto de alabanza, con el cual solía torturar a quienes se opusieran al régimen, pero el ligero y pútrido aroma de la muerte que impregnaba el lugar, lo hicieron trasladarse a aquellos días en los que se levantaba temprano, pues sentía que algo de su vida se escapaba lentamente cuando se despertaba tarde. Así comenzaban las jornadas de Sadenjic Huhafa un joven de cabello corto, con la tez clara y los ojos de un negro muy intenso, pero lo que más sobresalía en aquellos ojos era la inmensa melancolía que cubría su alma. Sin embargo ésta se encontraba llena de ilusiones en las que se imaginaba realizando proezas que serían inmortalizadas. Soñaba con ser un nuevo Salafji, exterminador de cristianos, conquistador de los Santos Lugares y unificador de una gran nación.

Escenas trágicas llegaban a su mente, pero todo seguía igual, rogaba por que el tiempo se detuviera o acelerara su marcha, la soledad y el ímpetu de hacer y no lograr lo deseado marcaba su alma de una manera indeleble — Un maldito agresor de Alá es quien me tiene preso, ese ser que quiere acabar con mi pueblo y sus costumbres para quedarse con lo que es nuestro—.

Estas ideologías detallaban un lenguaje de silencios, mostrando su alma, esa que lo llevó a ser más que un dictador, un líder encarnado en cuerpo y sentimiento. Y con su entendimiento sumido en estos pensamientos. El recuerdo de su época de triunfos no dejaba que el coraje lo abandonara. ­

—¿Cómo no recordarlas?—se preguntaba en silencio mientas en su mente aparecían los fantasmas de su familia —Sajid, fuiste la primera y me diste cinco hijos…dos de ellos muertos por las balas de un conquistador, en un tiroteo vieron su final… ése a quien todos rinden pleitesía… quizá te quise, eras de la familia, mi tío te educó para servir y a mi me serviste, me duele saber que ahora eres fugitiva, pero la historia es así… tan relativa como el viento. ¡Veme! Yo era un líder y ahora me enfrento a mi sepultura en manos del enemigo. ¿Y tu hija mía Ragdah, uno de mis más grandes tesoros, casada con una alimaña que no valoró la confianza que deposité en él? Te quedarás desprotegida, pero sé que alguno de nuestros vecinos te dará alojo y tratará como mereces.

Mi otro tesoro… Nahra casada con el hermano de aquél que traicionó mi confianza, lástima que él también corriera con la misma suerte. ¿Pero que hacer, si ambos planeaban mi muerte?, esa que en menos de dos días he de encontrar. Bhala… tu recuerdo ataca mi memoria… tú… con esa inocencia que solo Alá pudo ostentar su encanto en ti. Sólo espero que no te encuentren. No quiero que sufras, me aterra pensar en tu cuerpo lacerado por las armas, en tu vientre mancillado por los soldados y tus creencias destrozadas… Rasim… ay Rasim… quisiera decir tantas cosas… pero es mejor callar y guardar cualquier pensamiento.-

Como pequeños pedazos de película las imágenes de su juventud se movían entre conspiraciones, asesinatos y activismo político. A él venían recuerdos del atentado en el cual participó un 7 de octubre, su objetivo: matar a Abdel-Karim Kassem en Bagdad y ahora se cuestionaba. –¿Para qué sirvieron todos movimientos que hice si ahora un extraño se quedará con todo? ¿Para qué Amon Jafá me salvó la vida? ¡Yo debí morir en ese crimen!... – Gritaba mientras los soldados lastimaban su cuerpo.

Después de esa fecha su vida comenzó a cambiar. El niño que escuchaba paciente las historias de su madre ahora se transformaba en un joven combatiente que debía huir a Siria y llegar a Egipto para salvar su vida.

– ¡El régimen de Kassem ha caído! – es lo que se oye en la radio local, Asmir un miembro del Baath grita con alegría – ¡el bastardo Kassem ha muerto, por fin podremos regresar a nuestra casa… no debemos sufrir más penurias! – y el camino se retoma, cansados, pero con la alegría que da la victoria, emprenden el regreso a casa. Durante el viaje, discuten sobre su experiencia con la muerte

– Quizá… cuando ya no existamos más Alá nos hará reencarnar para que vigilemos su terreno.

– Para que eso suceda aun falta… mejor pienso en que hacer para ganarme el lugar junto a él. – mencionaba Sadenjic sin reparo alguno.

Las noches se hacían días y estos decaían hasta convertirse en las primeras y sin percibir lo rápido que corre el tiempo Sadenjic fue nombrado Jefe de Seguridad Interna. Su tío como siempre, fue quien le dio esta oportunidad ya que su hijo Ahmed Hassan al-Bakr fue nombrado presidente de la región.

Después de la golpiza, el cansancio lo hizo su presa y él se dejó guiar. Cayó en un profundo sueño. La cara de su tío quien fuese su inspiración, suegro y mentor rondaba sus pensamientos, desde hace varios días un recuerdo lo atacaba: su estancia en el palacio babilónico fortaleza de cima monstruosa rodeada por palmeras en miniatura y rosaledas. Allí se tomaban las grandes decisiones que consternarían al mundo. En aquellos días era feliz. Pues, entra en las esferas del poder y su inteligencia, astucia y perseverancia le hace con el control de todos los resortes. Una noche que prometía ser como cualquier otra Al-Bakr por razones de salud le designa como sucesor. El asombro se difundió por el lugar...

—! Despiértate, que debemos hacer cambio de guardia! — los custodios se retiraban como lobos después de haber sofocado a su presa, los que llegaban con la cordura que refleja su entrenamiento militar alardeaban.

— y él que se creía mas fuerte que nosotros, éste miserable debe pagar por lo que le hizo a tanta gente— gritaba un soldado, a éste le correspondía proporcionarle los alimentos al ya languidecido Sadenjic. — Ándale hijo de perra traga o te mueres— y el golpe recibido fue como un estruendo que dejó al pobre Sadenjic inconciente.

A lo lejos se escuchaba a los guardias gritando -¡Vete al infierno!- y en sus ojos continuaba la misma tranquilidad con la que me había mirado días antes. Solemne ante sus 7 captores, se levantó y a pesar de haber sido sobajado recuperó su gallardía de antes -¡El enemigo no verá como me quiebro! Soy Sadenjic, líder de un pueblo, heredero de una tradición y el más férreo defensor del Islam- y el soldado le señaló el lugar donde pasaría los últimos segundos de su existencia. Se paró en el estrado… más que eso era una serie de tablas y metales colocados en forma de cuadro, las varillas con las que estaba hecho, en algún momento pertenecieron a las casas destruidas en Mosul.

Dos verdugos encapuchados sostienen sus manos, él ya casi sin fuerzas forcejea contra ellos, pero la falta de alimento, su mal estado de salud aunados al cansancio que carga desde hace varios años, hacen que ya no sea el roble que fue, su cabello ya no tiene el mismo color ébano que en antaño, sus ojos ahora sólo son el suspiro de lo que significaron en el pasado. Él siempre vestido con su uniforme y rasurado… de ése hombre llamado Sadenjic Huhafa sólo queda el nombre.

- ¡Vete al infierno!- retumba otra vez en el aire. El lazo cae en su cuello, los presentes lo observan sin respeto, los mueve el morbo… Ver como un dictador cae. — Quieren ser testigos de la historia… ¿Y entonces que somos? Estamos aquí viendo como un ser vivo es ejecutado según esto por justicia…El lazo… ese lazo es grande y pesado.

Un hombre cantando el nombre de Muqtada al-Sader, líder de una milicia chiíta ha intercambiado insultos con Sadenjic, antes de que lo ejecutaran, tras ser condenado en noviembre por la matanza de 148 chiítas en la localidad de Dujail, en 1982… aquella matanza, como quisiera regresar el tiempo y no haber estado a su lado… siempre a su lado. Él era el líder, ese ser salvador que nos devolvería lo que es nuestro desde hace años… y juró defenderlo… Pero en su defensa, perdió la razón… se enfermó de poder y de fundamentalismo y nosotros… el pueblo ¿cómo defendernos?... aún puedo percibir el olor de la sangre de aquellos días… la guerra que inició en 1980 y terminó 8 años después… y decía que protegía al pueblo… a estas alturas no sé si creerle… en su ataque de autoridad ordena el uso de armas químicas contra la población curda de Halabja, ¿por que lo hizo? Sólo él conocía sus razones… y quién soy yo para cuestionarlo… yo que sólo le serví de instrumento… uno más de sus lacayos.

¿Cuántas madres se quedaron sin hijos, cuántas familias destruidas, cuántas ilusiones se perdieron sólo por una guerra?... no quiero… no debo recordarlo… y nos llaman asesinos… ¿Asesinos? Pero si son ellos los que desde hace años nos pagan para que les produzcamos armas… los que desde el 21 de marzo nos atacan con sus bombas. Primero fue Bagdad… lo recuerdo por que mi madre murió allí. Y mientras él… Sadenjic huía… salvaba su vida, que diferente se veía en aquel entonces. —

Las burlas continuaron y los insultos a pesar de que los llamados de uno de los funcionarios presentes, al parecer el juez Munir Haddad, que presidió el ajusticiamiento, y a quien se oía decir: — ¡Por favor, no! El hombre está a punto de morir—. Luego se oye a alguien gritar: — ¡El tirano ha caído! ¡Que Dios lo maldiga— mientras Sadenjic cuelga de la soga, ya sin vida.

Pues bien al día siguiente estaba nublado y el sol regateaba unos minutos más de sueño, observé por un instante y pude percibir que las puertas de las casas estaban cerradas. Hacia frío el cual parecía ser desdeñado por la mayoría de la gente; con él me sentía saludable y trataba de olvidar el momento en el que Sadenjic murió ver su cabeza caer al suelo después de haber estado en la horca, es una imagen que no puedo borrar de mi mente.

Ese 29 de diciembre vivirá para siempre en mi recuerdo: sus ojos cerrados, su piel áspera finalmente doblegada, su boca cerrada sus ojos también. Y en el aire la ironía flotaba bajo frases como… ¡Ohh un gran gobernante! ¡Un gran dictador! y la cuenta regresiva no se hace esperar. De pronto se detienen y algunas palabras casi inteligibles emanan de Sadenjic… no se entiende su contenido… se sabe que es ofensivo… y de pronto es retirada la tabla que sostiene a nuestro líder. Y los golpes caen en él como lluvia. Él esta ahí colgando, su cuerpo no es más que un conjunto de huesos y carne que en algún momento dejarán de servir.

Si a mi un iraki sin nombre ni apellido me preguntaran ¿qué puedes decir de él?... podría decir tantas cosas... persona inteligente, astuta y extrovertida. Conocía que su vida corría peligro y se rodeaba constantemente de personas de absoluta confianza, yo entre ellos. Tiene carisma y don de mando y ambos son su fuerza, sabe que posee buena imagen y lo que le gusta al pueblo en cada momento, acariciando niños o rezando son constantes en los medios de comunicación social, lo sé por que él lo ha mencionado.

Los fantasmas del ayer me atacan constantemente... ya no puedo dormir los gritos de las personas caídas en Kuwait, el llanto de sus hijos mientras los acribillaban y el haberlo encontrado cerca de Tikrit, como un perro buscando comida, entre los escombros de lo que fue una ciudad habitada por inocentes. Puedo afirmar que jamás lo vi tan firme como cuando se declaró inocente de los crímenes que se le imputaban terminó por aceptar su condena, pero él no se podía doblegar grita a los fiscales – ¡Soy inocente y no me declararé culpable de los cargos de genocidio y de crímenes de guerra! si tembló pero mantuvo su actitud desafiante cuando el tribunal del primer proceso anunció el veredicto.

La cacería no se hizo esperar… Dos meses más tarde, su hermano y yo uno de sus más cercanos colaboradores moríamos, el método, la horca.

jueves, 10 de julio de 2008

...

Cual Fausto me escabullo,
y en las letras encuento cobijo,
en los silencios veo mi fin...

Mis labios quieren sentir los tuyos,
mi ser necesita tenerte cerca,
mis ojos se pierden buscando tu pupila,
y yo me hundo entre las letras,
me quemo en mis silencios.