viernes, 16 de mayo de 2008

... Un soñador...

De su obra Noches Blancas...

Los estereotipos son extrañas etiquetas, las cuales influyen en la percepción de las personas. Es fácil imaginar la vida de un escritor como un montón de hojas, que han ido tomando la forma de timidez. Al paso de los años se ha llenado de experiencias, las cuales le han marcado un sendero solitario, allí libera su alma se siente libre y se dedica a soñar. Vive en San Petersburgo, se reconoce como persona sensible a la que el más mínimo cambio en la estructura modifica su ser y es un gran conocedor de la ciudad, camina por sus callejas sin apuro alguno.

Al llegar a la puerta del hostal, vemos que el tiempo ha moldeado el escenario, sus piedras, sus tabiques hasta sus pasos. Cada grieta describe como ha pasado el tiempo; al cruzarla, todo parece igual a como estuvo un día anterior; pero los muebles, las paredes verdes y mugrientas, los grandes ventanales, las cortinas con sus figuras multiformes y cada objeto que se encuentra en este espacio, nos muestran su ensoñadora esencia.

Le preguntamos sobre su último libro y una lágrima empaña su mirada, en el cual habla sobre la relación entre un hombre y una joven que se conocen en un canal. Se lo dedico a ella, nos dice mientras de su saco ya lastimado por el tiempo saca un pequeño trozo de papel. Él tiene 26 años y dice que nunca ha sido amado y nunca ha estado enamorado, solo en sueños. Cree que nadie lo quiere. Se ríe de si mismo porque dice ser su propio enemigo por no acercarse a las mujeres ni hablar con ellas.

Al comenzar la charla nos ofrece una serie de cuadros en la capital de San Petersburgo en los que, ensueño y realidad se confunden como proyecciones que son, en efecto, de la ardiente imaginación de un soñador. Inquilino frecuente de sus moradas novelescas, cree que quizá sea encarnación de una faceta espiritual. Se reconoce como un enemigo de cuanto hay de ruin en la vida cotidiana y pronta a resarcirse de tanta mezquindad, se deleita con los manjares insustanciales de una fantasía delirante. Sus confesiones son las noches blancas que dan luz a una obscura vida.

Continua jugando con en escrito y recuerda entre suspiros esas cuatro noches, en las que tocó la gloria, el hecho de tenerla cerca, esperar el ocaso para que ella apareciera. Con un nudo en la garganta y el ánimo cansado nos cuenta como su mundo se transformó con la llegada de Nástenka. “Yo presentía que algo sucedería esa noche, una como tantas otras en las que me dedicaba a ponerle nombre a las estrellas y a platicar con cada una de las casas, pero me sentía raro.” y entre sollozos menciona “y allí estaba ella, sus ojos se encuentran húmedos… sé que ha llorado.”

Señala en un tono más ameno, que la siguió, al principio con paso ligero y luego más rápido. De pronto guarda nuevamente el papel con el que entretenía sus manos, sus ojos se pierden en el vacío. Alude al momento en que la alcanzó mencionando que “otra persona se encontraba allí, pero yo jamás había platicado con alguna mujer”. Por su fina manera de hablar y moverse se nota que él es muy tímido. Cuenta que desde el principio se agradan y empiezan a hablar.

Confiesa con melancolía que se acercó a ella porque estaba sola y llorando y él se sentía feliz. Con un tinte de inocencia recuerda que prometen verse al día siguiente pero menciona que en ese pacto existió una condición: “No debía enamorarme de ella debía, ser solo una amistad. Ella empezó a confiar en mí, lo supe por que al día siguiente me diría un secreto pero debía conocerme mejor.” Manifiesta una extraña lucha interna mientras platica con nosotros, exterioriza que su historia lo conmovió: platicamos de muchas cosas, ella supo todo de mí que soy un soñador, un hombre raro que vive en la sombra, sin amigos, risas, bromas o temas alegres, que vivo en San Petersburgo rodeado de libros mi única compañía es mi ama de llaves, yo simplemente alcancé a indagar algunos detalles que vivió prendida a su abuela durante dos años por la pérdida de sus padres y que en algún momento de su vida sintió el amor, un amor que aun recordaba.

“Su voz era como el trinar de las aves, al mencionar su nombre, su mirada la de una soñadora parecida a mi. En aquel instante yo repetí varias veces soy un soñador y que he creado mi vida por mi propia voluntad, de pronto salió de sus labios un calla, con tus palabras quedo absorta. Le respondí en aquel momento que toda mi vida había guardado esos vocablos para un momento tan sutil como en el que me encontraba” y su voz entrecortada pedía que tomara un trago de vodka, con el fin de aplacar el dolor en la herida que los recuerdos le producen. Le preguntamos si desea continuar con la entrevista, pues se observa cansado, él menciona que si, pero que debe reposar un rato, hablar sobre el contenido de su nuevo libro le lastima un poco, pues afirma que no ha podido olvidarla, nos repite que… “lo he escrito para poder recordarla… se lo dedico a ella, pues en sus páginas he de contar nuestra historia”

A las cinco de la tarde la plática se reanudó, se nota más tranquilo y nos dice con resignación que se considera una persona solitaria, pues no es querido, es por eso que se dedica a ensoñar con amigos que nunca tendrá. Al paso del tiempo me he acostumbrado aclara con firmeza. Las palabras fluyen como si las ideas fuesen ríos y al hablar de la relación sugiere que no querían separarse, y el recuerdo de una Nástenka llorosa y pensativa nubla nuevamente su mirada. Comenta con un dejo de ironía que sería triste envejecer sin haber vivido, hasta sin haber sufrido. Y exhala en un suspiro… “Mi vida es un sueño y no puedo apartar de mi su imagen, han pasado ya varios años y yo sigo prendido de ella. Saber su historia conocer los misterios de su alma…yo era su amigo”

Con una luz de ilusión en sus ojos y como buen conocedor del lenguaje, nos envuelve con su plática, le emociona hablar de ella y lentamente nos cuenta la historia de Nástenka. Señalando que sus padres murieron cuando ella era joven, que aprendió francés y terminó sus estudios a los 15 años. Antes de que él la conociera vivía con su abuela, la cual se encontraba ciega y dejando escapar otro suspiro menciona que cierto día llegó un inquilino a la casa de la anciana. Al mencionar estas palabras se levantó del asiento donde se encontraba y se dirigió hacia una pequeña mesita donde se hallaba una jarra de agua y dos vasos, lentamente lleno ambos recipientes hasta la mitad.

Después de sorber un poco de Vodka, continuó: “Sus palabras eran sinceras, estaba desesperada y harta de vivir pegada a su abuela, ella quería casarse con él, quería escaparse con él a Moscú, él se iba a ir por un año a allá, pero según mencionó debía dejarla y regresaría en un año, ella aceptó y precisamente cuando 365 días habían pasado la conocí y se refugió en mí. Nos encontrábamos en el mismo lugar en el que tiempo atrás, la ahora dueña de mis sueños había jurado amar a otro, ella lloró y yo juré ayudarla, le propuse escribir una carta para aclarar su situación con aquel desconocido, pero en ese momento, he de reconocerlo nos encontrábamos felices de que nuestros caminos se cruzasen, pero yo en el fondo sabía que todo seria efímero.” Recuerda mientras mantiene su mirada fija en su copa de licor.

Aquella tarde ese ser soñador nos descubrió su alma y nos dejó ver que aún esta enamorado de Nástenka, aunque esa extraña relación sólo duró cuatro noches, comenta que él se encontraba consciente en todo momento de la situación que se vivía. “Si llueve no nos veremos, no vendré. Ese día fue el más lluvioso que yo he podido recordar, me encontraba ansioso por verla, pero en el fondo sabía que ella se encontraba con él, no pude conservar intacta mi promesa, más ella así lo creía… para qué mentir, jamás pude verla como una simple amiga y ella decía que yo era encantador… y yo lo creía todo a pie puntillas…” con estas palabras pretende cerrar un ciclo.

Otro recuerdo llega a su mente y nos lo expresa “me consideraba un buen amigo y yo debía entregarle la carta al otro, pasaban las horas y aquel no llegaba yo animaba a Nástenka diciéndole que era muy temprano para que llegará, apenas había recibido la carta por la mañana… pero en ese momento ella lloró y mencionaba que me quería a mi… era a él a quien amaba… yo ya no podía mentirle, sabía que yo me había enamorado… en ese momento ella bajó su mirada y sus palabras me penetraron cual cruel daga mencionó que si alguna vez amaba a alguien y ella me correspondía seriamos muy felices…” en este punto lágrimas corrían por sus mejillas como si fuesen cristales y él intentaba apaciguar su dolor, se notaba afligido, pero la charla continúo. “Ella me decía que estaríamos unidos, pero yo sabía que la unión sería entre la mujer que hacia presa al amor de sus encantos y aquel inquilino que se tardaba en llegar” mencionó mientras recuperaba la calma y su voz recuperaba la fuerza perdida.

Un brillo de esperanza iluminó sus ojos cuando le preguntamos por la última noche que había pasado con Nástenka, “intenté consolarla –dice sin remordimientos- la habían herido y era mi deber ayudarla, en ese momento tome fuerzas y le dije que la amaba, ella fingió. Sin embargo, fue la única vez que la sentí ligeramente mía” recuerda que se dijeron muchas cosas esa noche hubo llanto, arrepentimientos y una confesión “ella me dijo es a ti a quien amo, pues eres generoso y noble… hablamos de nuestra vida juntos, pero ese instante de felicidad no podía ser eterno, llegó el y como imán ella corrió a sus brazos, luego regreso a mi lado, me besó y jamás la he vuelto a ver” y rompe en llanto.

“Hablar sobre el libro abre heridas de antaño” y sigilosamente saca el pedazo de papel con el que jugaba al principio de nuestro encuentro. “Es su última carta -nos aclara- en ella me pide que la perdone por todo lo que me ha hecho sufrir, me agradece haberla amado cuando ella lo necesitaba y me pide que sea su amigo” ríe y recuerda que fue el ama de llaves quien se la entregó, al mirar la carta en sus manos, menciona que ésta fue portadora de una noticia que lo desplomó, Nátsenka se casaba con el hombre que la alejó de él y decide no molestarla más.

En sus ojos se encuentra la melancolía de un pasado en el que fue feliz, el tiempo siguió su curso y había llegado el momento de marcharnos, el autor se aleja, se despide de nosotros dejando la reflexión que ha marcado su vida “si he cambiado desde el momento en que la conocí y esa transformación me movió a escribir el libro que usted tiene ahora entre sus manos, ya conoce las razones que me orillaron, pero mi duda sigue en el aire, pues no hay quien se anime a contestarla ¿No vale un momento de felicidad toda una vida?” y con su sutil encanto se despidió de nosotros.

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