sábado, 17 de mayo de 2008

...Inercia...

El movimiento constante te atrae. Eres la presa perfecta para la inercia del día. Hace cuánto no sonríes… ¿Lo has olvidado o simplemente te encuentras tan enfrascado en las apariencias que se ha borrado tu esencia?...

Como todo buen adolescente su vida era un conjunto de habitaciones vacías. También el lugar que ocupaba en el hogar familiar parecía de hotel. Era pequeño, frío, gris, todo metódicamente desordenado. Por las noches prefería garabatear en pequeños papeles, en recibos viejos, en hojas sucias, en las paredes altas con techos empapelados. En esos momentos de la noche se acomodaba en los rincones del espacio, la luz se convertía en oscuridad y las sombras de las esquinas en luz de farol callejero; y de pronto se encontraba dejando parte de sí en los papeles.

Jueves. El reloj marca las 4:30, desde su cuarto ubicando en el último piso del edificio, ve pasar su vida. Cada uno de los objetos en la habitación mantiene el suspiro anhelante de los sueños. A través del ventanal observa el movimiento de un árbol, éste se deja llevar por el viento… es entonces cuando se da cuenta de la monotonía en la que se ha envuelto. El entorno gira a una velocidad insospechada y él simplemente suspira… No entiende en qué momento todo se terminó. Sí siempre ha destacado como buen estudiante… pero en aquel instante, cuando una gota de lluvia roza su piel todo su mundo se derrumba se da cuenta de que ha sacrificado parte de su alma:

… Camino con corazón… son las palabras que resuenan en su mente al compás de los segundos… pero cómo saber que hago lo correcto, cómo compensar a mi alma mientras se que me traiciono, cómo acabar con esta duda… Desde hace un tiempo el mundo se me presenta efímero… ahora entiendo cuando en alguna ocasión escuché… “las palabras dichas al viento son olvidadas”…

De pronto se encontró revolviendo sus viejos papeles para encontrar una respuesta a la pregunta que jamás se había planteado, pero que persistía en su mente como cruel espectro … sí se sentía sólo, había notado que el ritmo del mundo le había robado su sonrisa… Son tan pocas y especiales las personas que a menudo nos dejan compartir con ellos una sonrisa que a menudo se les extraña… pensaba mientras iba en busca de ilusiones y nuevas ideas… contemplando las nubes ostentadas en una vieja fotografía… unas con forma de perro, dragón o algún palacio… otras sin una previamente establecida.

viernes, 16 de mayo de 2008

...

El aire ha de suspirar tu nombre,

Y yo he de observar como se esfuma,

Escribiendo unas letras en un sobre

Creando mi mundo en una pluma…

Si la luna dejara de alumbrar la noche,

Si las estrellas se negaran a decorar el firmamento

Sólo quedaría el recuerdo de una voz que fue,

Y de la ilusión que se esfumo en el fin de los tiempos.

... El deseo nunca se satisface...

Se levantó temprano como de costumbre, pues sentía que algo de su vida se escapaba lentamente cuando se despertaba tarde. Así usualmente comenzaban los días de Aridahi Quijana una joven de cabello corto, con la tez clara y los ojos de un verde muy intenso, mismos que denotaban que era una intelectual capaz de beberse los libros en un solo día, le gustaba la filosofía, la literatura, la historia y últimamente la teología, pero lo que más sobresalía en aquellos ojos era la inmensa melancolía que cubría su alma sin embargo se encontraba llena de ilusiones en las que se imaginaba realizando proezas que serían recordadas siempre.

Pues bien, el día estaba nublado y el sol regateaba unos minutos más de sueño, Aridahi observó por un instante asomada a la ventana y pudo percibir que las puertas de las casas estaban cerradas. Hacia frío el cual parecía ser desdeñado por la mayoría de la gente ella en cambio lo disfrutaba.

Miró su reloj y se dio cuenta que las manecillas marcaban las 7:30 hrs. tiempo de ir a dejar a su pequeña hermana al Colegio. Se acercó lentamente al pequeño buró que se encontraba junto a su cama tomó las llaves de su carro y se dispuso cumplir con la tarea encomendada. Después de un rato regresó a su casa y al sentarse a la mesa cuando estaba a punto de darle un trago al café el olor la transportó a la época en su vida cuando ella asistía a la preparatoria, en ese momento pasaron por su mente las actividades que ella realizaba unos cuantos meses atrás, fijó su mirada en un florero y recordó como era su vida.

Su día empezaba normalmente a las 6:00 am, se bañaba y se vestía con un pantalón de mezclilla azul, una blusa de algodón y sus zapatos negros. A medida que transcurría el tiempo se dedicaba a hacer sus tareas, estudiar para poner al corriente sus conocimientos adquiridos el día anterior en la escuela. Sin embargo, sus pensamientos divagaban en la eterna duda de saber si su alma se encontraba en un remanso de paz, cuando algún pequeño incidente llegaba distorsionar aquella tranquilidad, la modificaba, la confundía, llegaba hasta revolotear su universo y de nuevo con la última expiración regresaba la calma. Vivía en un ciclo constante de emociones tan profundas, lastimeras y a la vez las sentía tan bellas, tan suyas, que obligaban a su espíritu a volar y sentir cerca de ella, un tiempo y un espacio tan distantes entre sí, mismos que evocaban a su alma a pensar, a ser y a actuar por sí misma; envolviendo todo en un misticismo lleno de magia e ilusión, el cual la envolvía, la elevaba a las alturas y la unía al ser infinito por medio de la noche, sin embargo la dejaba caer al suelo súbitamente al despuntar el alba.

Sólo al momento de comenzar a escribir, se daba cuenta que podía plasmar en las expresiones más obscuras que la vida es un sueño y que a su vez éste puede convertirse en su existencia. No percibía que su presencia tuviera sentido alguno y constantemente se preguntaba ¿Quizá la vida no tiene razón alguna y solamente es el reflejo de lo que fue y jamás regresará?

Escenas trágicas llegaban a su mente al compás de las palabras, pero todo seguía igual, luz y obscuridad se juntaban y entrelazaban, dando como resultado la explicación exacta de lo que es melancolía, la soledad y el ímpetu de hacer y no lograr lo deseado marcaba su alma de una manera indeleble. Por lo que a cada instante describía en sus escritos lo sentido al estar cara a cara con la muerte. Detallaba un lenguaje de silencios, mostrando al alma de poeta encarnada en cuerpo y sentimiento. Y con su entendimiento sumido en estos pensamientos anotaba en su libreta:

“En la piel se lleva encarnada el alma del poeta enardecido, del cual fluyen las palabras como si fueran aire y las ideas bajan como musas desde sus altas nubes al caer la noche sin embargo emigran al despuntar el alba.”

Y continuaba escribiendo hasta que las manecillas del reloj marcaban la 1:30 de la tarde tiempo en el cual de debía ir a la escuela. Salió de su casa y comenzó a caminar con el paso pesado y la mirada turbia; cruzó la calle solitaria y recorrió dos cuadras. Todo carecía de movimiento como si en un cierto modo el tiempo se hubiera detenido fuera de ella.

Su mirada se detuvo por un momento en un pequeño niño que se encontraba cerca de allí en medio de un campo de hermosas flores, lo que llamó su atención fue el fabuloso cuadro apreciable por todos los sentidos y admirable por los sentimientos y entonces escribió lo que su alma sentía y se preguntaba en aquel momento: “¿hace cuanto que no lloras? Se llora al estar emocionado, se llora al estar muy enojado, se llora de dolor y también por estar enamorado.” Y aquel niño que llamó la atención de su mirada, sonrió y Aridahi pudo sentir que las flores tan bellas no lo entendieron, y a esto escribió: “¿Cuántas cosas que vemos a diario no entendemos?”

Comprendió lo que le pasaba se resistía a sonreír y al sentir como las flores le correspondieron al niño por haberlas enseñado a sonreír mostrando más intensamente sus colores supo que la sonrisa es la fuente creadora de energía volvió a tomar su cuaderno y escribió: “Son tan pocas y especiales las personas que nos permiten compartir con ellos una sonrisa que a menudo se les extraña”

Continuó caminando y llegó a la escuela con el pensamiento en cual estaba absorta desde su encuentro con aquel niño, ¿por qué durante tantos años se había negado a sonreír? No lo sabía pero el sentimiento de liberación que cubrió su alma la tranquilizó.

Ya en la escuela acudió a sus clases, la primera a la que se enfrentaría aquel día era Historia materia que a ella le agradaba mucho por presentarse allí la oportunidad de conocer otros tiempos y maneras de pensar, la segunda y tercera sería Matemáticas materia que consideraba pesada y aburrida, cuarta y quinta Literatura estas dos horas eran las que más disfrutaba por que en ellas dejaba volar a su espíritu creador, sabía que consagraría su existencia a escribir pues era lo que la llenaba de vida, le daba sentido y le inculcaba el valor; le gustaba ver como de sus manos y cerebro brotaban historias a las cuales las palabras daban vida, lo que ella buscaba en el universo que se había creado en el mundo de las letras era o pretendía ser la búsqueda del hombre por el hombre mismo, es un intento de ello si lo encontraba estaría bien si no llegase a encontrarlo, seguiría en la lucha hasta lograr hallarlo al paso del tiempo conociendo nuevas cosas, ideas, hombres, sentimientos libros y todos aquellos elementos que la condujeran al fin buscado.

En la sexta hora tendría Biología, materia que también encontraba interesante por en ella se explicaban procesos y teorías que contribuyeran a descubrir las interrogantes que aquejaban su existencia y aumentar su inquieto afán por aprender sobre la perfección de la naturaleza.

Mientras leía y meditaba acerca del verso que había atraído fuertemente su atención, el timbre de salida había logrado sacarla de aquel pensamiento, observó con atención su reloj. En él las manecillas marcaban las 8:45 pm. Tiempo en el que debía dejar el colegio, estaba cansada comenzó a caminar hacia la puerta fue entonces cuando vio que habían llegado por ella.

Abordó el coche con calma, saludó cordialmente con un “Hola, buenas noches” y no volvió a hablar ya en la puerta de la casa con la voz muy baja y casi imperceptible se alcanzó a distinguir entre el silencio un tenue “gracias” bajó del auto y ascendió por las escaleras con el paso pesado como si nubes de tormenta aquejaran su alma mientras se preguntaba:

“¿Cómo se retoma el ciclo de toda una vida?¿Cómo seguir adelante empiezas a entender, que no hay regreso posible?” El destino es una barrera difícil de librar, a sus 19 años no alcanzaba a entender que sucedía, esa adolescencia que ahora abandonaba y con ella la escuela. Ella deseaba más que otra cosa escribir, dedicar horas a las musas, no descansar buscando aquella palabra que formaría el entorno perfecto. Pero en el fondo sabía que no sería así. No podría seguir un camino que la llenaba de fuerza, se lo había prometido a su padre… “Cuando yo muera sigue mis pasos y recuérdame siempre”… ¿Cómo negarle algo al ser que le había dado la vida?… No podía, no debía… aquella noche marcó su destino…

Ahora más que nunca sería imposible librarse de él, lo había jurado ante su lecho… Desde el descanso de la escalera se alcanzaba a ver la habitación que había pertenecido a su padre, todo parecía inmóvil, como si el tiempo no hubiera pasado, pero él se encontraba presente en todos los rincones del hogar… De pronto su madre se acercó…

- Toma hija, el dije de tu padre, el quería que tu lo portaras… Cuando te fuiste cayó enfermo… la luz de sus ojos se esfumo… y no volvió a ser el mismo… te quería cerca… te quería…

De pronto se encontró escribiendo: La muerte viola a la vida. La transgresión es padecida, vivida y contada desde mi voz, soy yo la que he sido transgredida. No puedo decir que no, pero al aceptar su petición y cumplirla he sido violada, maculada, tocada y transgredida… sólo sé que los ojos de las piedras son sus ojos…

Se encontraba en el estudio alimentando sus ideas. Un encargo del Museo del Prado había llegado a su puerta: terminar un busto que en antaño había comenzado su padre… Ella, el yeso y el recuerdo en la misma habitación, la sensación de sacrificio invade el lugar. Al paso de los años aprendió a considerar al arte más que un deleite una religión y todo lo que ésta mueve implica la paradoja de una regla que admite su mismo quebrantamiento regular en ciertos casos… pero era imposible… la muerte selló el pacto entre el padre, sus piedras y Aridahí. Su unión no había sido voluntaria… siempre teñida por la súplica de un hombre agonizante… no dejes que la magia se apague… no lo permitas.

Se entregó completamente al encargo, sólo una idea permeaba entre las neuronas agonizantes “debo terminar para que esto muera… su fantasma no me perseguirá más”… De noche cuando nadie la veía lágrimas corrían por sus mejillas en recuerdo de la vocación pérdida y de los sueños que había dejado de cumplir…

La redención del alma de su padre reflejada en sus obras y el reclamo de sus derechos, irrumpiendo bruscamente en sus sueños… los ojos de las piedras son mis ojos… repetía incansable, no la dejaban continuar… al paso del tiempo perdió el apetito, dejo de sentir. Recordó por que lo hacía… Debía eximir aquella noche… sacar de sí el recuerdo de su padre sobre ella… no quería recordar… le bastaba la idea de cumplir con su mandato para creerse libre…

Y de nuevo recurre a su libreta como una alabanza a la desesperación, como el canto de alguien a lo largo del desierto… como el grito mudo en una larga noche: Ya he sido tocada por la muerte, por el sexo, por mi padre. Así me siento. He de abandonarme a mi destino, dejar que todo fluya como esta marcado y no luchar más si el vampiro sediento ha de alimentarse de mí que lo haga, siempre he sido su carne… Al fin de cuentas en algún momento este suplicio ha de terminar… y en un arranque de furia cerró su cuaderno… lo botó como despojándose de un gran peso.

De pronto la belleza de las piedras se vuelve el fuego purificador. Día y noche se le ve trabajar. En ocasiones pareciera que ha perdido el sentido… se le escucha repetir… sus ojos, los ojos de las piedras son los ojos de mi padre… él me ha heredado su vida, él me ha hecho ser y sentir…

Pasan los días… la obra cobraba día a día más vida, el fantasma de su padre se apoderaba cada vez más de ella. En sueños la consumía, la poseía… recorría su piel con el aliento que despertaba en ella miedo y sumisión, sus piernas se entrelazaban y lo único que podía hacer era ceder. Cada vez que cerraba los ojos la figura de su padre se encontraba allí firme, como en antaño… una presencia abrazadora… ahora debía confesarlo… después de que él había abusado de ella… ella lo deseaba… su cuerpo se lo exigía… sí era un sacrificio… pero terminó por acostumbrarse…

Y regresa religiosamente a su cuaderno: Debo intuir que la única manera de vivir para el espíritu de mi padre es la lujuria, a partir de mis sueños, el acto de tomarme en exceso, de mancillar la inocencia que en antaño perdió. No puede oponerse a la vida, el hecho de tomarme… sólo fue una condena, sino una recompensa para el culpable… y ¿dónde están mis sueños?… los he dejado a un lado…

Su destino se ha cumplido, ella no podrá volver a escribir, el término de la obra y su exposición no cambia nada, únicamente reafirma lo ya sabido. No puede hacer nada más, ahora padre e hija convergen en el mismo busto… sus nombres jamás se separaran, ella debe aceptarlo y esto da continuidad a su condena.

Antes de recibir el telegrama en el que le informan que debe concluir la obra de su padre, se siente orgullosa de su pureza, de su mundo interior… pero ahora ya no queda rastro de esa joven sólo prevalece el estigma de la transgresión.

... En silencio...

Ella ya no se encontraba allí, se había ido… había dejado todas sus cosas, sólo se podía sentir el viejo caminar de las historias que tantas veces se habían dado cita en aquel lugar. Todos guardaban silencio, no había persona alguna que se atreviera a levantar la voz, un lamento por ella, dijo algún desconocido.

Y las lágrimas brotaron como cristales de sus ojos, pequeñas piedras donde se encontraban contenidos trozos de su alma. No se detenían, se sentía incapaz de cerrar esa etapa de su vida donde todo fue alegría. Con miedo avanzaba hacia la obscuridad más profunda, ¿pero cómo evitarlo si su ser era quien se lo exigía… Su nombre era Luz, o en algún momento fue llamada así, ese fue el mote que sus padres le dieron al nacer. Pero ahora irónicamente ese pequeño vocablo de tres letras era lo que le faltaba a su vida. Siempre de negro, ocasionalmente de gris…

El día en que por propia mano alcanzó su último suspiro todo corría como de costumbre, el perro ladraba, la tetera silbaba… y ese sonido rompió en dos su alma, no por el tono que hubiese podido alcanzar, sino por la soledad que implicaba aquel momento. Se encontraba sin compañía alguna, esa sensación le agradaba, instruía a su alma a observar cada instante, el ligero vuelo de un insecto, el sutil pasar del polvo ante sus ojos, la manera en que cada gota de lluvia se precipita en el cristal después de haber pasado la tormenta y se dedicaba a ensoñar.

“Las palabras en el viento son olvidadas” pensaba. Así que le dedicaba su existencia a escribir, ¿pero en que momento el hastío llegó a su vida? Nadie lo sabrá ahora, nadie puede saberlo ahora… el ataúd yace ahora con su cuerpo inerte en el Panteón Ingles, ingerir 500 miligramos de sulfuro surtió el efecto deseado…Antes de dar el paso final con letra temblorosa y la marca de una lágrima redactó unas cuantas líneas:

“Este es mi momento, este es mi final, el deseo de autodestrucción me consume a cada instante, perdón a todos los que defraude, pero la luna me atrae, soy un ser de la noche que fue invitado a compartir con la luz del sol y no se sintió a gusto… a todos gracias. Dudo que comprendan por que estoy haciendo esto… pero no pretendo que lo hagan… simplemente me uniré al ser infinito en la negra noche para poder crear… anticipada llego mi libertad a la vigilia y corta la duración del sueño” Ahora se le extraña… sin embargo jamás se sabrá qué fue aquello que empañó su alma de poeta, quizá la enfermedad del mundo… quizá simplemente el pensarse completamente inútil.

... Un soñador...

De su obra Noches Blancas...

Los estereotipos son extrañas etiquetas, las cuales influyen en la percepción de las personas. Es fácil imaginar la vida de un escritor como un montón de hojas, que han ido tomando la forma de timidez. Al paso de los años se ha llenado de experiencias, las cuales le han marcado un sendero solitario, allí libera su alma se siente libre y se dedica a soñar. Vive en San Petersburgo, se reconoce como persona sensible a la que el más mínimo cambio en la estructura modifica su ser y es un gran conocedor de la ciudad, camina por sus callejas sin apuro alguno.

Al llegar a la puerta del hostal, vemos que el tiempo ha moldeado el escenario, sus piedras, sus tabiques hasta sus pasos. Cada grieta describe como ha pasado el tiempo; al cruzarla, todo parece igual a como estuvo un día anterior; pero los muebles, las paredes verdes y mugrientas, los grandes ventanales, las cortinas con sus figuras multiformes y cada objeto que se encuentra en este espacio, nos muestran su ensoñadora esencia.

Le preguntamos sobre su último libro y una lágrima empaña su mirada, en el cual habla sobre la relación entre un hombre y una joven que se conocen en un canal. Se lo dedico a ella, nos dice mientras de su saco ya lastimado por el tiempo saca un pequeño trozo de papel. Él tiene 26 años y dice que nunca ha sido amado y nunca ha estado enamorado, solo en sueños. Cree que nadie lo quiere. Se ríe de si mismo porque dice ser su propio enemigo por no acercarse a las mujeres ni hablar con ellas.

Al comenzar la charla nos ofrece una serie de cuadros en la capital de San Petersburgo en los que, ensueño y realidad se confunden como proyecciones que son, en efecto, de la ardiente imaginación de un soñador. Inquilino frecuente de sus moradas novelescas, cree que quizá sea encarnación de una faceta espiritual. Se reconoce como un enemigo de cuanto hay de ruin en la vida cotidiana y pronta a resarcirse de tanta mezquindad, se deleita con los manjares insustanciales de una fantasía delirante. Sus confesiones son las noches blancas que dan luz a una obscura vida.

Continua jugando con en escrito y recuerda entre suspiros esas cuatro noches, en las que tocó la gloria, el hecho de tenerla cerca, esperar el ocaso para que ella apareciera. Con un nudo en la garganta y el ánimo cansado nos cuenta como su mundo se transformó con la llegada de Nástenka. “Yo presentía que algo sucedería esa noche, una como tantas otras en las que me dedicaba a ponerle nombre a las estrellas y a platicar con cada una de las casas, pero me sentía raro.” y entre sollozos menciona “y allí estaba ella, sus ojos se encuentran húmedos… sé que ha llorado.”

Señala en un tono más ameno, que la siguió, al principio con paso ligero y luego más rápido. De pronto guarda nuevamente el papel con el que entretenía sus manos, sus ojos se pierden en el vacío. Alude al momento en que la alcanzó mencionando que “otra persona se encontraba allí, pero yo jamás había platicado con alguna mujer”. Por su fina manera de hablar y moverse se nota que él es muy tímido. Cuenta que desde el principio se agradan y empiezan a hablar.

Confiesa con melancolía que se acercó a ella porque estaba sola y llorando y él se sentía feliz. Con un tinte de inocencia recuerda que prometen verse al día siguiente pero menciona que en ese pacto existió una condición: “No debía enamorarme de ella debía, ser solo una amistad. Ella empezó a confiar en mí, lo supe por que al día siguiente me diría un secreto pero debía conocerme mejor.” Manifiesta una extraña lucha interna mientras platica con nosotros, exterioriza que su historia lo conmovió: platicamos de muchas cosas, ella supo todo de mí que soy un soñador, un hombre raro que vive en la sombra, sin amigos, risas, bromas o temas alegres, que vivo en San Petersburgo rodeado de libros mi única compañía es mi ama de llaves, yo simplemente alcancé a indagar algunos detalles que vivió prendida a su abuela durante dos años por la pérdida de sus padres y que en algún momento de su vida sintió el amor, un amor que aun recordaba.

“Su voz era como el trinar de las aves, al mencionar su nombre, su mirada la de una soñadora parecida a mi. En aquel instante yo repetí varias veces soy un soñador y que he creado mi vida por mi propia voluntad, de pronto salió de sus labios un calla, con tus palabras quedo absorta. Le respondí en aquel momento que toda mi vida había guardado esos vocablos para un momento tan sutil como en el que me encontraba” y su voz entrecortada pedía que tomara un trago de vodka, con el fin de aplacar el dolor en la herida que los recuerdos le producen. Le preguntamos si desea continuar con la entrevista, pues se observa cansado, él menciona que si, pero que debe reposar un rato, hablar sobre el contenido de su nuevo libro le lastima un poco, pues afirma que no ha podido olvidarla, nos repite que… “lo he escrito para poder recordarla… se lo dedico a ella, pues en sus páginas he de contar nuestra historia”

A las cinco de la tarde la plática se reanudó, se nota más tranquilo y nos dice con resignación que se considera una persona solitaria, pues no es querido, es por eso que se dedica a ensoñar con amigos que nunca tendrá. Al paso del tiempo me he acostumbrado aclara con firmeza. Las palabras fluyen como si las ideas fuesen ríos y al hablar de la relación sugiere que no querían separarse, y el recuerdo de una Nástenka llorosa y pensativa nubla nuevamente su mirada. Comenta con un dejo de ironía que sería triste envejecer sin haber vivido, hasta sin haber sufrido. Y exhala en un suspiro… “Mi vida es un sueño y no puedo apartar de mi su imagen, han pasado ya varios años y yo sigo prendido de ella. Saber su historia conocer los misterios de su alma…yo era su amigo”

Con una luz de ilusión en sus ojos y como buen conocedor del lenguaje, nos envuelve con su plática, le emociona hablar de ella y lentamente nos cuenta la historia de Nástenka. Señalando que sus padres murieron cuando ella era joven, que aprendió francés y terminó sus estudios a los 15 años. Antes de que él la conociera vivía con su abuela, la cual se encontraba ciega y dejando escapar otro suspiro menciona que cierto día llegó un inquilino a la casa de la anciana. Al mencionar estas palabras se levantó del asiento donde se encontraba y se dirigió hacia una pequeña mesita donde se hallaba una jarra de agua y dos vasos, lentamente lleno ambos recipientes hasta la mitad.

Después de sorber un poco de Vodka, continuó: “Sus palabras eran sinceras, estaba desesperada y harta de vivir pegada a su abuela, ella quería casarse con él, quería escaparse con él a Moscú, él se iba a ir por un año a allá, pero según mencionó debía dejarla y regresaría en un año, ella aceptó y precisamente cuando 365 días habían pasado la conocí y se refugió en mí. Nos encontrábamos en el mismo lugar en el que tiempo atrás, la ahora dueña de mis sueños había jurado amar a otro, ella lloró y yo juré ayudarla, le propuse escribir una carta para aclarar su situación con aquel desconocido, pero en ese momento, he de reconocerlo nos encontrábamos felices de que nuestros caminos se cruzasen, pero yo en el fondo sabía que todo seria efímero.” Recuerda mientras mantiene su mirada fija en su copa de licor.

Aquella tarde ese ser soñador nos descubrió su alma y nos dejó ver que aún esta enamorado de Nástenka, aunque esa extraña relación sólo duró cuatro noches, comenta que él se encontraba consciente en todo momento de la situación que se vivía. “Si llueve no nos veremos, no vendré. Ese día fue el más lluvioso que yo he podido recordar, me encontraba ansioso por verla, pero en el fondo sabía que ella se encontraba con él, no pude conservar intacta mi promesa, más ella así lo creía… para qué mentir, jamás pude verla como una simple amiga y ella decía que yo era encantador… y yo lo creía todo a pie puntillas…” con estas palabras pretende cerrar un ciclo.

Otro recuerdo llega a su mente y nos lo expresa “me consideraba un buen amigo y yo debía entregarle la carta al otro, pasaban las horas y aquel no llegaba yo animaba a Nástenka diciéndole que era muy temprano para que llegará, apenas había recibido la carta por la mañana… pero en ese momento ella lloró y mencionaba que me quería a mi… era a él a quien amaba… yo ya no podía mentirle, sabía que yo me había enamorado… en ese momento ella bajó su mirada y sus palabras me penetraron cual cruel daga mencionó que si alguna vez amaba a alguien y ella me correspondía seriamos muy felices…” en este punto lágrimas corrían por sus mejillas como si fuesen cristales y él intentaba apaciguar su dolor, se notaba afligido, pero la charla continúo. “Ella me decía que estaríamos unidos, pero yo sabía que la unión sería entre la mujer que hacia presa al amor de sus encantos y aquel inquilino que se tardaba en llegar” mencionó mientras recuperaba la calma y su voz recuperaba la fuerza perdida.

Un brillo de esperanza iluminó sus ojos cuando le preguntamos por la última noche que había pasado con Nástenka, “intenté consolarla –dice sin remordimientos- la habían herido y era mi deber ayudarla, en ese momento tome fuerzas y le dije que la amaba, ella fingió. Sin embargo, fue la única vez que la sentí ligeramente mía” recuerda que se dijeron muchas cosas esa noche hubo llanto, arrepentimientos y una confesión “ella me dijo es a ti a quien amo, pues eres generoso y noble… hablamos de nuestra vida juntos, pero ese instante de felicidad no podía ser eterno, llegó el y como imán ella corrió a sus brazos, luego regreso a mi lado, me besó y jamás la he vuelto a ver” y rompe en llanto.

“Hablar sobre el libro abre heridas de antaño” y sigilosamente saca el pedazo de papel con el que jugaba al principio de nuestro encuentro. “Es su última carta -nos aclara- en ella me pide que la perdone por todo lo que me ha hecho sufrir, me agradece haberla amado cuando ella lo necesitaba y me pide que sea su amigo” ríe y recuerda que fue el ama de llaves quien se la entregó, al mirar la carta en sus manos, menciona que ésta fue portadora de una noticia que lo desplomó, Nátsenka se casaba con el hombre que la alejó de él y decide no molestarla más.

En sus ojos se encuentra la melancolía de un pasado en el que fue feliz, el tiempo siguió su curso y había llegado el momento de marcharnos, el autor se aleja, se despide de nosotros dejando la reflexión que ha marcado su vida “si he cambiado desde el momento en que la conocí y esa transformación me movió a escribir el libro que usted tiene ahora entre sus manos, ya conoce las razones que me orillaron, pero mi duda sigue en el aire, pues no hay quien se anime a contestarla ¿No vale un momento de felicidad toda una vida?” y con su sutil encanto se despidió de nosotros.